martes, 19 de agosto de 2014

Restaurantes mejicanos

Mira que he pasado una alergia de pescado que me está amargando la existencia (ya os comentaré si, como dice Gadi, es una alergia a conservantes o es una alergia al pescado per se, me han dado cita para dentro de un par de meses. Sí, como para unas prisas), pero oye, que me dicen de ir de restaurantes y tascas y no sé decir que no.

 También aceptamos dulce...

Deshonra sobre mí y sobre mi vaca, que todavía no había ido a un mexicano. A ver, a taquerías sí,  hay varias en Madrid y emergen como opciones a los macleches y las pizzerías, y aunque hay sitios muy decentes, no es lo mismo. Eso sí, a un señor restaurante mexicano no había ido (un saludo para los lectores mejicanos, que se les quiere). Oye, que ya iba siendo hora.

Así que el otro día cuando mi amigo M sugirió ir a uno que le tenía enganchado, dije “¿y porque no?”. Sí, yo con un soggoth y de mejicanos. Lo mío no tiene nombre.

El caso es que mis amigos y yo fuimos a un pequeño sitio que por fuera no era muy allá, pero una vez pasabas la puerta, un olor delicioso inundaba tus pulmones, pocas veces un aroma tan exquisito me había venido a recibir a la puerta de un restaurante de una manera tan patente. M nos explicó que el sitio antes no tenía mucha afluencia de público porque la comida no era muy buena, hasta que pusieron a una señora mejicana de verdad en la cocina a enseñar cómo hacer el trabajo (no hay nada como una señora para saber cómo hacer lo típico de un lugar, las señoras son lo más). Y vaya que si hay cambio, como no vayas pronto, el sitio se llena.

La receta puede ser la misma, pero la Jurado te lo explica


El caso es que pedimos varias cosas, como unos nachos con una pasta de frijoles negros y queso, una quesadilla con flor de calabacín y un plato de alambre para compartir.  Los nachos con la pasta de frijoles y el queso, sabes que es un básico y está bien para picar, aunque la pasta de frijoles no es que tuviese un sabor especial, lo esperaba más sabroso, pero no decepciona. La quesadilla con flor de calabacín es como una especie de sándwich de queso con una flor de calabacín de relleno (las prefiero rellenas y rebozadas), pero con una torta de maíz en vez de pan de molde, estaba rico, pero pensaba que me iba a gustar más, aunque es queso, el queso siempre está bueno.

Pero lo que estaba de morirse era el alambre de pollo. ¿Cómo ha podido existir algo tan bueno y no probarlo yo antes?

¡Viva la madre que la parió, señora cocinera!


El alambre de pollo es lo que muchos conocen como fajitas, y son unas tortas de maíz con pollo en tiras salteado, cebolla, pimientos, orégano y otras especias mejicanas que no pica para nada y que esta de morirse de bueno. Hay tres salsas, una verde que pica poco, una roja que pica un poco más y una amarilla que es fuego embotellado para que acabes con tu existencia de una manera cruenta y te reencarnes en dragón. Yo obviamente opté por la verde, una salsa de cilantro con un punto ligeramente picante y cítrico deliciosa. ¡Qué rico!

He visto varias recetas sobre este plato, cada una de su padre y de su madre, igual que no hay una receta unificada de paella o de gazpacho: cada uno reconoce el de su madre/ abuela/ tía/ señora de su casa (he ahí el poder de las señoras, unifican y divergen criterios culinarios, detrás de cada gran chef, hay una señora que lo alimentó como es debido). No os voy a dar una, porque no me siento en el poder de hacer como los cocineros españoles y establecer una receta base de algo que no pertenece a mi cultura (más que nada, porque me parece arriesgado culturalmente, invito a los lectores a que lo hagan ellos). Pero sí os daré una descripción para que vosotros lo podáis elaborar en casa con la idea.



Básicamente es pollo salteado con gracia y con pimiento rojo y verde y cebolla y aquí empieza la creatividad, hay gente que le echa patatas y las sofríe con esta mezcla, otros prefieren calabaza, otros, aunque sea de pollo, le echan tocino, otros le añaden lo que aquí en España llamamos guindilla (una, que somos ibéricos y nuestra resistencia al picante no es tanta), otros marinan el pollo en zumo de limón y guindillas antes de darle una vuelta por la sartén a la plancha… supongo que los lectores mejicanos dirán que qué cacao mental tengo, y tendrán mucha razón, porque he visto varias recetas y cada una tiene su encanto.

Así mismo, los lectores mejicanos tendrán su preferencia sobre el alambre, porque se puede hacer con carne vacuna o de pollo. Como veis, yo soy fan de la de pollo, pero esto me imagino que va por gustos.

La cosa es que este relleno va en medio de una torta de maíz, a la que se le añade una salsa picante a elegir y se disfruta con alegría.

 Cada uno vive la alegría a su manera...

¡Ah! Y a pesar de que cenar mejicano, con pimientos y picante debía causarme sueños de dragones y mazmorras, la verdad es que dormí superbién esa noche. Así que, buscad vuestra receta o tomad de referencia esta idea e innovar. Y sobre todo, si vais a un restaurante mejicano, pedidlo, que está de morirse del gustazo.

 Antes de que se me olvide, en comida insana, recomendaros las nuevas galletas de El gorriaga de chocolate con semillas de amapola y lino. Deliciosas.

3 comentarios:

  1. Me alegro mucho de ese descubrimiento culinario! A mi la comida mejicana ni fú ni fá...vamos que ni me echa para atrás ni mato por ella. Creo que habré ido un par de veces como mucho.
    Un besazo!

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  2. Tú riete, pero a mi madre cuando se le pone el estómago guerrero, se mete una de comida mejicana y se le queda nuevo. El picante per sé no es malo, siempre que no te pases o tengas una sensibilidad especial a algún ingrediente.

    Y sí, que vivan las señoras que cocinan bien y nos alimentan en condiciones!

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  3. Adoro la comida mexicana, las fajitas y sobre todo el guacamole. Hice un post en alguno de mis dos blogs poniendo mi receta.

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