La anhedonia, dicho en definición lolailo de andar por casa, es la incapacidad de sentir placer por cosas que antes nos lo producían en alto grado. Es un síntoma muy relacionado con la depresión. Cuando J.K. Rowling hablaba de dementores que se comían la alegría y la felicidad de tu vida, estoy segura de que hablaba de la anhedonia.
Fíjate que parece el nombre de una planta tropical con floriponchis, pero no... la anhedonia es puñetera. La anhedonia se come tus ganas de reír, tu capacidad de ser graciosa, tu capacidad de sacar el humor, de disfrutar del amor de la gente que te importa con intensidad, de disfrutar de la belleza de las cosas y el lado bueno de la vida, la anhedonia es un agujero negro, un vacío que devora lo que ve. La anhedonia es peor que la tristeza, es la nada.
Y de un tiempo a esta parte, algo de ella se instaló en mi, no me ha robado todo, pero hay días que sí me los ha robado totalmente. No hablo mucho de ello, pero creo que ha llegado el momento de comentarlo -sé que la parte final puede ser un poco frívola, pero los caminos de Thor son caminos de cabras (porque tiran de su carro... ya sabéis)-. Hay que hablarlo. No todo son rayos de sol, chupachups y arcoiris. Hay días que vives en un capítulo final de Stranger Things, donde esperas que, por favor, todo salga bien al final.
La cosa es que de un tiempo a esta parte he sentido anhedonia con muchas cosas de mi vida cotidiana: mis platos favoritos ya no me proporcionaban tanta felicidad (sí, las croquetas no me hacían tan feliz, era un poco meh a todo), mis canciones favoritas tampoco, los potis que veía no me entusiasmaba (esto ya lo he contado, así que no surprises aquí, pero sí, aunque me ha gustado mucho lo nuevo de los Beatles, sé que sin esta emoción encima, todo hubiese sido más intenso), el cine, las series, los libros... incluso los abrazos de mi gente favorita, tan necesarios a veces... todo se sentía menos bueno. Si fuese Adaldrida, diría que mi cotidianidad no ha deslumbrado lo acostumbrado.
Pero si Selena Gómez se hizo una carrera musical con el pensamiento "Fake it until you make it", anda que no iba a salir yo de esta. Vamos, de algo me tendría que servir ser una tauro cabezota, para usar mi cabezonería para buenas acciones.
Así que me puse, como creo que he comentado a exagerar que todo me gustaba más de lo que me gustaba y que me parecía mejor de lo que me parecía, aunque tenía a mi grupo de rescate que sabía que parte era fingido, porque lógicamente, hablé de ello con la gente adecuada, y sabía que tenía que situarme en ese parcialmente falso entusiasmo, me haría no normalizar el sentimiento de vacío y revolverme contra él. Quiero hacer esa diferenciación, porque es importante cuando hagas una impostura así, avisar a alguien de control de tus sentimientos reales, porque vas a tener días muy malos, días menos malos y hasta algún día bueno y aunque intentes mantener la compostura y el optimismo, es bueno que alguien sepa que lo estas intentando, pero que si no puedes más, puedes hablar de ello, porque está bien tener malos días y hablarlo, lo que no está bien es normalizarlo.
Así si tienes días malos, la gente no piense que estás siendo de un momento a otro dramático, sino que estás en un momento complicado, pero que realmente, lo estás trabajando y que tratas de no normalizar lo malo.
En estos meses, he probado cosas nuevas, he salido con gente muy diversa, he intentado hacer cosas divertidas y desde luego, he tratado de salir de mi zona de confort todo lo posible (estoy en mediación de algo que si sale bien va a ser una salida en plan vedette, con tíos buenos, mujeres despampanantes llenas de brillis, plumas, fanfarrias y yo cantando gracias por venir por una larga escalinata, de salida de mi zona de confort... pero estoy en conversaciones aún, si sale os cuento). No lo he pasado mal, pero no todo ha sido todo lo bueno, porque estaba en este punto de mi vida donde nada bueno llegaba a unos críterios espectaculares de calidad.
Voy a que el otro día, aunque el tiempo no pronosticaba tormenta, nos cayó lo más grande a mi amiga Tamara y a mi. Y nos refugiamos en la sección de perfumería de una tienda que no voy a mentar, porque no voy a comisión y no termina de caerme bien, y mi amiga Tamara, que sabe que me cuesta entusiasmarme con potis, sobre todo con los perfumes, me quiso enseñar su favorito, la Eau de Issey Miyake. Pero es que ha sacado cosas nuevas.
Y, mirando y oliendo botes, me enamoré de una de sus nuevas creaciones. L'eau de Issey Miyake Pure Nectar de Parfum. Tal cual, pero de puro flechazo. Es una mezcla perfecta entre mi adoradísima So pretty Fruitée de Cartier con J'adore de Dior -que me gusta, pero no al nivel de estas dos-. Y me la probé y tiene una duración en piel fiable. Y encima no está descatalogada como la de Cartier... y cuesta la mitad.
Cuando digo amor, digo que me metí el papelito con la colonia en el estuche de las gafas, para que oliesen a esta maravilla. Y me pasé la tarde oliendo mi muñeca. Cuando hablo de amor, es que mi amiga Tamara, que nunca tenemos los mismos gustos con las colonias, nos enamoramos instantánteamente y la frase de la tarde fue "nos casamos con la colonia!". Cuando hablo de amor, hablo de que mi patronus pasó de ser una graciosa ardilla gris peleona (o eso dice Pottermore) a una dependienta de perfumería invitando a los dementores a coger una muestra en un lacito y llevar en la muñeca este nuevo perfume. Esa clase de amor y de flechazo. Los dementores no están asustados, están desconcertados y perfumados... y ahora aman más la vida, lo cual les mata un poco por dentro, pero al menos huelen de maravilla y no a polvo añejo (que es como me imagino que huele un dementor).
Frivolidades fuera. Este perfume, de melancólica violeta, almizcle blanco (mucho más suave que el habitual), mi amantísimo y exótico sándalo, mi adorado ámbar en su versión gris y el sofisticado cachemir, hacen de acordes bajos en una melodía que sustenta en su mitad, notas acuáticas, rosa y mi siempre leal peonía y como cúspide, cierran las divertidas notas de bergamota, miel y pera (limonera). Algo tan sencillo, ha conseguido encender una luz en la oscuridad, ha conseguido un tiro largo en la oscuridad que dirían los americanos.
Issey Miyake nació en Hiroshima un 22 de abril (ahora compartimos algo más) para diseñar moda y, como han hecho los japoneses desde hace millones de años, llenar el frío mundo de un poco más de belleza. Supongo que Issey estará muy orgulloso de un trabajo que durante años ha sido alabado y admirado por muchísimas personas y que tantos premios le ha supuesto. Supongo, no sé, que le dará un poco igual que uno de sus perfumes haya supuesto una ruptura en un bloque de hormigonaco de anhedonia en una persona. Una ruptura por donde pasa luz. Aún así, creo que debería estar contento que un perfume haya despertado todo esto en una persona que tenía un año fatal.
La concepción de los perfumes y de toda la obra de Miyake, es dar protagonismo a la naturaleza, en sus perfumes, al agua, y que en este caso, quiere evocar la idea de la primavera con las flores floreciendo y que inspiran el bote: el agua con el color de una rosa que florece y en medio del bote, una explosión de pétalos que recuerdan a la fuerza vital de la primavera.
Todo este simbolismo, por estúpido y comercial que parezca (que sé que en vuestras cabezas, lo mismo pensáis que me estoy viniendo una mijilla arriba, pero es que el poder entusiasmarme realmente por algo, sin fingir, me hace que me entusiasme por el hecho de entusiasmarme, lo cual es un hecho que se retroalimenta locamente), tiene sentido en mi pituitaria amarilla (que no es que sea como el submarino, la pituitaria amarilla es la mucosa, que es donde se produce el olor, pero no suena igual). Y me ha hecho verdaderamente feliz encontrarme con este olor. No entiendo qué tiene esto que no ha funcionado con otros olores, pero ha abierto todas las compuertas de la posibilidad de terminar con el fake it y empezar con el make it.
¿Se han ido todos los dementores? No, pero ya se filtra luz para la esperanza, la primavera está cerca.
No, no me la compré en ese momento, quiero terminar unos botes que tengo en casa, y lo siguiente, será entregarme a ella.
Sólo quería compartir la buena noticia. Y la experiencia, por si le sirve a alguien más para hablar de la anhedonia y cómo combatirla.
Hola, guapa. Ante todo, me ha encantado tu apertura y tu sinceridad. Es algo por lo que pasa mucha gente y parece que haya que ocultarlo. Una cosa es hacer drama, y otra darlo a conocer, e incluso compartir momentos como éste.
ResponderEliminarYo no creo que sea una frivolidad lo que has comentado del perfume. Quien se dedica al perfume, es porque algo muy profundo le mueve por dentro, le apasiona. Otra cosa es que lego consiga montar un imperio (enhorabuena, ojalá todos consiguiñeramos esa abundancia viviendo de lo que nos apasiona)
Adoro Issey Miyake como firma, me parece de las más finas en cuanto a resultados, estética, y fragancias. Esta en conreto no la tengo muy fichada, pero me parece un gran acierto, y si ha conseguido moverte así por dentro, me alegro muchísimo más.
Un abrazo, y a seguir abrumando a la anhedonia!
Creo que has llevado a cabo estupendísimas estrategias para superar esa sensación, aunque te propongo que busques su origen (quizá ni necesites ayuda, aunque, normalmente es difícil ser objetivos cuando lo hacemos todo pero tu eres capaz de eso y de mucho más porque tienes muy buena capacidad para el autoconocimiento y la introspección).
ResponderEliminarCon respecto a la fragancia: esa sensación de "necesitar" volver a deleitarte oliéndote donde quedó el rastro, la reconozco y me encanta. ¡Ahora tengo que probarla!
Un besito.
¡Pues lengardium levioosaa! Besitos!
ResponderEliminarEres maravillosa y te quiero un montón. No me importa que todo el mundo lo sepa. Tal y como describe los estados de ánimo, eres como Petrarca describiendo el amor.
ResponderEliminarY, por supuesto, me apetece muchísimo probar ese perfume.