domingo, 17 de septiembre de 2023

Look de uñas: Bohemian fall. Hoy abrimos un melón enorme: La disonancia cognitiva.



 

Conste que no me iba a comprar más lacas en una temporada pero encontré el gris perfecto, que es el 161 de Easy Paris, un gris claro muy interesante. Y como ya ando en modo otoño, lo conjunté con este 012 de los Smart Fast and Dry de Kiko y una estampación de una placa que compré hace mil en un bazar y que no tiene marca identificativa con unas enormes hojas tipo tela de cortina- tapizado adamascado muy chulas.

 Hubiese quedado mejor si el de Kiko hubiese sido menos líquido, lo sé, pero aún así no ha quedado tan mal.

Por cierto, lleva una capa del endurecedor de Essence, para que veáis el brillito tan mono que deja. 

A raíz de una pregunta personal que he recibido esta semana, voy a desarrollar un tema que creo que es por todos conocido, pero no tanto cuándo es patología y cuando no.


Hoy, si decidís seguir leyendo, si no, no, obviamente, hablaremos de la disonancia cognitiva. Creo que este término es más o menos conocido, pero por si acaso refrescamos conceptos: La disonancia cognitiva es el fenómeno que se da cuando pensamos una cosa y hacemos la contraria. Como tiene una repercusión claramente social y puede venir condicionada por la presión del grupo es estudiada por la psicología social, es más, es una de las más desarrolladas por esta rama de la psicología porque el tema da para largo, sobre todo en el campo de toma de decisiones.

Como podéis suponer, aquí sólo vamos a hacer un acercamiento a este fenómeno tan interesante.

Leon Festinger, en 1957, ya empezó a hablar de este fenómeno en su libro Theory of Cognitive Dissonance y hablaba de que cuando una persona por ejemplo, dice que quiere algo, pero no hace nada que refleje esa ambición, o hace lo opuesto, se genera en el humano una molestia, una tensión, un malestar al fin y al cabo. En este momento, la persona se moviliza para hacer cosas que resuelvan este malestar generado. A esta acción de resolución se denomina "principio de la consistencia cognitiva", que sería una movilización para seguir siendo fiel a los principios que se defienden.

Este principio de consistencia cognitiva tiene muchas caras: Desde acciones para movernos a favor de nuestras creencias, principios éticos, moral o deseos, hasta cambiar de principios o moral, incluso de creencias o cambiar de actitud y montar un discurso explicativo que pueda conciliar esta diferencia... Lo que podría entrar en el autoengaño. 

¿Pero todo el mundo es consciente de sus disonancias cognitivas? Pues no, depende de varios factores:

 


1.-(El breikindans) El tipo de creencia: Unas acciones que confronten principios básicos de la creencia o moral de la persona, generarán un malestar más difícil de confrontar.

2.- (El crusaito)El valor de la creencia: Podemos creer en cosas en las que seamos más flexibles, y otras que sean básicos para nosotros. Confrontar estos principios básicos es algo que nos puede llevar a fuertes crisis personales.

3.-( El maiquelyason). El tamaño de la desigualdad:  Pongamos que una persona cree en una religión que está a favor de la imaginería y otra en una rama de la misma que no, hay personas que pueden flexibilizar con este concepto. Sin embargo, una persona que le digan que su dios no es tal, sino otro, a lo mejor ya tiene más conflicto. Por principio de analogía, podemos flexibilizar con conceptos semejantes pero no contrarios a nuestras creencias.

4.-(El robocop) No hay más, pero quería terminar la coña del Chiqui, chiqui porque una es eurovisiva siempre (cero disonancia cognitiva por aquí).

Como hemos dicho, esta disonancia cuando aparece puede generar ansiedad, culpa y vergüenza. Y de ahí que haya personas que decidan "autoengañarse" o mentirse para poder dar contexto a lo que les está pasando, otras razonan con la situación, porque a veces, cambiar de opinión implica crecer, otras las circunstancias nos empujan a vivir cosas que no deseamos. El propio Leon Festinger estudió el fenómeno con su compañero James Merrill Carlsmith estudiando a individuos que aceptaban mentiras como verdades. Para ello pusieron a prueba un experimento con la premisa de que una baja motivación extrínseca promovía que las personas cambiasen de opinión con menos facilidad. O lo que es lo mismo, si no tenemos a un estímulo externo haciendo presión, es más difícil que arreglemos la disonancia acomodando el discurso con alguna mentirijilla.


El experimento era muy curioso: Se cogió a un grupo de estudiantes que elaboraron una tarea que era tremendamente aburrida. Y cuando salieron se les pidió que mintieran diciendo que la tarea había sido entretenidísima, vamos, una locura. La diferencia es que a un grupo no se le dijo nada más, al segundo grupo se le dió un dolar porque mintieran y al tercer grupo se les pagó 20 dólares. Todos nos olemos la tortilla de lo que pasó, ¿verdad? El grupo de 20 dólares presentó una disonancia menor que el grupo que no había sido pagado en absoluto.¿Porqué? Porque estos últimos no tuvieron un apoyo, un condicionante externo que motivase el cambio de opinión. Los de 20 dólares encontraron la tarea mucho más divertida, dieron distintas razones para basar su nueva opinión, fueron más vehementes en su nuevo discurso... Los que no recibieron nada siguieron creyendo que la tarea era un tostón.

Hay personas que, desgraciadamente, están en situaciones con las que tienen que convivir con grandes cantidades de disonancia cognitiva contra su voluntad y establecen estos discursos por mera supervivencia: Esas personas que trabajan en empleos que van contra su moral y sus principios, pero no consiguen otros empleos y necesitan el dinero, desde personas que ven a ludópatas diariamente y trabajan en casas de apuestas, gente que trabaja vendiendo productos en los que no creen o que incluso pueden ser perjudiciales para los consumidores (ahora mismo se me vienen a la cabeza muchas personas que venden seguros médicos en USA), hay personas que se sienten muy mal porque se han esforzado mucho para tener una casa o un trabajo específicos, o han tenido que incluso que viajar y renunciar a su entorno y no pueden alcanzarlos y les cuesta lidiar con eso, cuando una persona se esfuerza mucho en una relación que es desigual y no ve resultados deseados o en un trabajo donde constantemente le dicen que le viene un ascenso, pero este nunca llega, personas que fuman y saben que deben dejarlo pero tienen una gran dependencia...

Bueno Hellen, y entonces, si sentimos una disonancia que nos azota con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento, ¿Qué podemos hacer?

Hay ciertas medidas a acoplar a la situación que detectamos que nos genera disonancia.


Hay quienes tienden a evitar la información contradictoria: Es cierto que las personas tienden a buscar el sesgo de confirmación, es decir, información que les dé la razón y confirme sus teorías, evitando la información falsa o contradictoria será más fácil encontrar la manera de sentir menos la disonancia. Así mismo pueden buscar a personas que, si bien no aportan información contradictoria, sí tengan opiniones semejantes , confirmando sus teorías o, todo lo contrario, oponiéndose a los hechos.

Sin embargo, la única manera de resolver esto es implicarse en los valores que se defienden. Cuando alguien implementa cambios relacionados con lo que siente que debe ser y reduce conductas menos opuestas, los efectos se rebajan.

No obstante, hay que tener en cuenta que la disonancia cognitiva es un mecanismo de adaptación: No todo en la vida puede ser de acuerdo a nuestros principios, el hecho de lidiar con la frustración y con las actitudes y comportamientos ajenos que están contra nuestras creencias dice mucho de nosotros. En la actualidad se viven situaciones que están lejos de nuestra formación: Muchos hemos sido criados en que si te esforzabas tendrías un trabajo estable, una casa y ciertas situaciones en tu vida estables y duraderas y nos encontramos que no es así para muchas personas. La disonancia cognitiva nos ayuda a aprender, a flexibilizar, no siempre es mala, porque a veces, nuestros principios estáticos se vuelven más flexibles cuando vemos que no todo depende de nosotros y que no puede ser como queremos. Nos ayuda a aprender nuevos valores, a crecer, a expandir la mente, así que no siempre la disonancia es mala, más bien es parte de la vida y de sus vicisitudes.

¿Qué os parece este tema? ¿Cómo lleváis la disonancia cognitiva cuando la vida nos empuja a ello? Dejadme vuestras reflexiones porque el tema da para mucho.

3 comentarios:

Noelia Cano dijo...

Pues ya sabes que a mi todos estos temas me encantan, de hecho hace poquito que escribí también sobre ella. Es algo que, en mayor o menor medida, nos afecta a todas las personas.
Me encanta tu manicura! Yo esta semana la llevo en un malva suave.
Besitos.

Beatriz MissPotingues dijo...

Muy interesante tanto el tema como la forma de presentarlo.
Besos, guapa!

Adaldrida dijo...

Bueno, en mi colegio siempre me decían una frase que se me quedó clavada: si no vives como piensas acabas pensando como vives.

Tú puedes pensar en tu cabeza a que hay que ser honrado, que hay que respetar a los demás, o en términos religiosos que es buena cosa la de practicar tu religión..., pero si no lo haces acabarás por pensar que no es para tanto...